De Gira: Rompiendo esquemas, creyendo y soñando, el placer de estar vivo fue eterno

Con un clima un tanto familiar, algunas miradas se iban topando con otras por las calles. Al ser las 8 de la mañana, algunos ojos iban más cerrados que otros. Algunas sonrisas se iban desprendiendo de a poco, otras estaban buscando el momento indicado para salir. Había amigos, conocidos y desconocidos, pero por sobre todas las cosas, había un grupo de gente tirando por un sueño propio y también por el ajeno. Un destino que nos unía a todos: Rosario.

El desvelo -e insomnio- de la noche anterior (tras la promesa de un día tan esperado) eran vistos en las ojeras de cada uno de los presentes.

Un par de horas arriba de un micro fueron las necesarias para entender que es lo que nos mueve a cada uno. Nuestras convicciones. El amor que le ponemos a lo que hacemos. Porque si, dentro del micro no sólo iban seguidores de algunas bandas que estaban dejando la rutina de lado para ir a donde siempre son felices, sino que también iban algunos músicos. Algunos con más nervios que otros, pero todos conscientes de lo que se estaba viviendo, con una sonrisa imborrable. ¿Por qué? Porque el amor que uno siente cuando deja todo en la cancha por ser feliz y hacer feliz al otro, es algo incomparable. El tiempo se hace efímero cuando uno está donde (y con quienes) quiere estar.

Cuando la noche se asomó a saludarnos, nos encontrábamos en la puerta de The Wall, lugar que más de uno, anheló ver por toda la semana. El cansancio se desvaneció y la cuenta regresiva volvió a ser el tema de conversación. Con el paso de las horas, la gente comenzaba a entrar a este bar rosarino, con trapos sobre sus hombros y algún que otro cantito en la boca.

El clima fue aportando lo suyo, y para el deleite de la gente que se iba acercando, el vaso de cerveza fue una buena compañía. Así fue como la primera banda se subió al escenario, y luego de colocar sus instrumentos, dio comienzo (a lo que para muchos, y me animo a decir, casi todos) sería una noche mágica.

Con –paradójicamente– “El motor para adelante”, Viejo Farol, hizo bailar a todos. Deambulando entre acordes, que fusionaban junto a las voces de sus seguidores, esta banda llegó a movilizar la parte más desconocida de uno. El claro ejemplo fue cuando “En la piel” llegó a los oídos de todos los presentes. Las lágrimas no sólo eran las protagonistas de este momento, sino también los recuerdos. Aquellos que pegan fuerte en el corazón y te traen a la cabeza aquella persona que tanto anhelas. ¿Y qué mejor refugio que el abrazo de algún amigo?

Abocándose a batallar contra lo que se interpusiera, Viejo Farol, triunfó con el objetivo de hacerles llegar, a más de uno, un par de sentimientos hechos canción. Con “Cuatro paredes” y “Por suerte”, la estadía de esta banda arriba del escenario llegó a su fin.

Luego de unos minutos que se proporcionaron entre una banda y la otra, los quilmeños de Cuesta Arriva arribaron y dieron el presente en Rosario.  El arranque fue pura fiesta con “Rockanrolen” en la cabeza de la columna vertebral de la lista.  Los músicos se encargaron, no sólo de agradecerles la gran invitación a los amigos de No Somos Nada, sino que también manifestaron y reflejaron el disfrute constante entre un vaivén de letras y emociones.

Para bajar la temperatura que habitaba en el lugar, “Viceversa” sonó impecablemente en la voz de Bruno (voz). Con una excelsa pasión y amor hacia tan lindas palabras del escritor Mario Benedetti, los presentes dejaron no sólo su voz dentro del bar, sino que también se encargaron de darse un viaje hasta la interpretación más profunda y sensata de la canción.  El grupo se despidió de esta ciudad con “Relato del fugitivo”, y entre abrazos, abajo y arriba del escenario, Cuesta Arriva dejó una marca en Rosario y en su trayectoria.

Era el turno de la banda que se encargó de generar, no sólo la movilización de esta fecha, sino también la de un gran público expectante que los hace sentir locales a donde lleven su música. El grupo de amigos (que también es un equipo de trabajo) pisó fuerte la ciudad rosarina, gritando el emblema que los caracteriza: Sueño serás real. No Somos Nada ya es un sueño hecho realidad.

La química y complicidad entre quienes estaban arriba y abajo del escenario, era algo que erizaba la piel de unos cuantos. Los kilómetros fueron tan solo un par de números más para estos fieles seguidores de la banda que mostraron una carga de emociones y euforia desde el momento cero, hasta el final.

Marquitos (voz y guitarra) se encargó de regalar y aportar un par de palabras sobre la lucha que dejó Micaela en estos días. Si hay algo que los caracteriza es la perseverancia de ese mensaje que pretenden nunca abandonar, el del compromiso social que siempre los marcó, como ellos se encargan de cantarlo siempre “La esperanza siempre al frente”. Sus canciones, una vez más, fueron un abrazo certero al corazón.

Un invitado volvió a dar el presente, pero esta vez sin la banda en general. Bruno (voz en Cuesta Arriva) acompañó con su voz en “Sólo adiós”, mientras La 2310 (nombre de los seguidores de este grupo) empezó a danzar.

El final se acercaba y no pudo faltar esa canción que hizo que el show se volviera más especial de lo que lo venía siendo. El agite no se perdió y los sentimientos seguían mostrándose a flor de piel en todos los presentes. Con algunas lágrimas deslizándose de los ojos de algunos (lágrimas de las lindas, de esas que desembocan en una sonrisa y de triste no tienen nada) todos sumaron sus voces y manos en el corazón para gritar “Creé y soñá”. Sólo así somos lo que queremos ¿No? Lo mejor le llegó y le seguirá llegando a esta banda oriunda de Quilmes que no para de crear fiestas, junto al cariño de sus seguidores, donde decida plantarse.  Un show y viaje que quedará en la memoria de todos. No Somos Nada, un claro ejemplo de amor y lucha.

La noche no terminaría acá, había una banda que jugaría de local en la ciudad: Mezcla Rara. Se escucharon los primeros acordes de “Hasta la muerte” y otra fiesta más, volvió a comenzar. Si algo se pudo destacar del público de este grupo rosarino, es la energía que le pusieron a la noche. No pararon de bailar en ningún momento y destilaron alegría por cada rincón escondido del bar.

El repertorio de temas bailó por los lugares más impredecibles, para aquel que desconocía la banda. Un grito, no sólo a conciencia en una lucha ideológica, sino también letras que hablaban del amor y esencia constante de la banda. Así fue como “Miércoles” llegó a la noche, junto a un juego de humo y al cantito de los presentes, deslumbrando a más de uno. “Que hermoso es pintar el mundo entero con tu voz”…

La noche se acercaba a su fin y nadie quería creerlo. Las risas, los abrazos y las emociones seguían intactas en todos. Sabiendo como saciar el gusto de la gente, el último tema del repertorio fue uno que la banda se encargó de sacarlo a luz hace poquito tiempo: “De pie”.

Si bien el paseo llegaba a su fin para más de uno, porque la fecha ya había finalizado, el rock fue un viaje de ida para todos y de ese micro, no se quiso viajar nadie.

 

FOTO: Aye Romano (gentileza MMQR)