De Gira: De La Gran Piñata en La Plata

Apelando a un sentimiento generacional, quienes ya tenemos más de treinta comenzamos a jugar una competencia desleal contra la rutina y no siempre salimos victoriosos. Por eso el viernes disfrutamos de los últimos mates en la oficina. “Ya sabemos, somos tres”, dice Mollo. Porque somos tres grandotes para un Fiat 147, al cual parece que hay que alimentarlo con nafta y líquido de frenos, este último dato un tanto inquietante. Puede resultar contradictorio el hecho de que para ir a ver un recital de rock el viaje empiece con cumbias viejas. Cantamos a coro temas de Gilda, y quien escribe viaja atrás, dando rienda suelta a la inmadurez de abofetear la cabeza del acompañante reiteradas veces. Promediando el viaje, pasando Berazategui, nos damos cuenta de una realidad: La Plata era más lejos de lo que pensábamos.

Finalmente arribamos a la ciudad de las diagonales y con el GPS de mapeo y el factor de seguir al posible público que vaya a asistir al show llegamos al lugar señalado. Una vez estacionado el bólido y tomados los últimos sorbos de la gaseosa pomelo de segunda marca (sí, ¿y qué?) nos disponemos a la última recta.

Los improvisados puestos de merchandising cerca de la puerta más el buen número de fanáticos bebedores de algo espirituoso y con mucha más onda (o no) que nuestra gaseosa, generan sin dudas un microclima interesante. El Teatro de La Plata es casi como una réplica de la conjunción de los homónimos porteños, una mezcla de la platea alta de Flores con el campo de Vorterix (sin las barras de costado y todo un poco más chico) generan una amalgama ideal para ver un show.

Ya con todo el público adentro De La Gran Piñata arranca su faena con sonido potente. A medida que transcurre y que van pasando los vasos de fernet (gran idea la reposición de la bebida en el mismo vaso por un precio razonable y evitando mugre) uno se va poniendo más filosófico y analista. Es indudable que hay un sentimiento en este público, es como una sensación de que cada canción es suya, o por lo menos es compartida. Sino no se puede comprender cómo cantan a rabiar cada estrofa, cada frase o como respetan cada silencio. Es el momento en que el público ofrece a la banda una muestra de familiaridad fraternal aunque tal vez en otro contexto sean completos extraños, o no.

Y es que es complicado no sentirse al lado de alguien que nos habla de “los asuntos del miedo” o que nos jure que “este corazón latió incluso cuando estuvo roto”, fragmentos muy personales, pedazos de vida e historias que están al alcance de todos. Y las tomamos, vaya que sí. Entonces la seguimos y cantamos con bronca “Perro que ladra, no muerde, si apenas sabe ladrar”, recordamos viejos sabores con eso de que “Prefiero patear mis días, que andar quebrando otros sueños”. O nos emocionamos cuando Panter canta “Norte” con el corazón en la mano.

Esa identificación tiene que ver con nuestra naturaleza indescifrable, porque las decepciones, las alegrías y las tristezas son parte del mapa interno y personal dentro del contexto en un país complejo. Ahí logramos comprender finalizando y poniendo toda nuestra atención al público y sus gestos… que DLGP significa una continuación. Es el momento en que se baja al llano una sinceridad y una profundidad iguales de fuertes, difíciles de encontrar en el rock nacional. De ahí la explicación de que los chicos compartan viajes, frases, tatuajes y experiencias. Por cuestión natural somos seres nostálgicos y buscamos algo que nos recuerde a aquellos supuestos tiempos mejores. Por eso nace esa empatía y nos vemos como parte de este público que maneja un adecuado lugar entre el respeto, el fanatismo, la lógica y lo ilógico, todo encuadrado por el cuidado muy especial y paternal que tiene DLGP por su gente.

En lo anecdótico queda lo que ya empieza tal vez a ser la despedida de El Equilibrio Entre los Opuestos (2015), un disco que tantas satisfacciones le ha dado a la banda. La sensación final es muy linda, porque pocas cosas mejores hay en esta vida que compartir con amigos buenas historias, risas, buena música y buen ambiente.  Y De La Gran Piñata tiene mucho de todo eso. Queda la expectativa de saber qué nos espera en su próxima etapa.

 

FOTO: Lu Vilanova.