El maravilloso mundo de Rubén Rada

Durante los meses de Agosto, Septiembre y Octubre la Asociación de Autores del Uruguay organizó un ciclo donde diferentes cantautores de su música desfilaron por los escenarios de la ciudad de Buenos Aires. El encargado de dar el cierre fue Rubén Rada en el ND Teatro.

Si nos metemos a jugar con las estadísticas Uruguay, respecto a su proporción de habitantes, debe ser uno de los países del mundo más efectivos en generar músicos. También podríamos especular y decir que tienen mala suerte porque al lado de potencias musicales como Argentina y Brasil, sus artistas se pueden ver opacados. Pero no. Ellos se empeñan, no solo desde ahora, en hacerse un lugar dentro de ese colectivo artístico.

La sala del ND Ateneo está llena. Sobre el balconcito de un palco cuelga la bandera uruguaya. Y a un nene de unos siete años se lo ve ansioso. La remera celeste de Luis Suarez le queda de vestidito. Todo lo que habla lo manifiesta en preguntas:

-¿Cuándo empieza?  ¿Me das algo de tomar? ¿Puedo pararme?

Ante la indiferencia de los padres hizo lo que quiso. Se paró, se alejó unos metros y en puntas de pie se asomó al escenario.

Se apagaron las luces y el niño lejos de asustarse se puso a aplaudir candombe. Con la fragilidad de sus palmas provocó que toda la sala se transforme en una barriada montevideana y reciba a Rubén Rada a puro ritmo afro oriental.

El Negro es un hombre de fusión.  Sentado y dándole suavecito a las congas arrancó con boleros tipo bossa nova (“¿Quién va a cantar?”, “Ayer te ví”), y luego se fue inclinando para su faceta rockera (“Dedos”, “Rock de la calle”).

Lo acompañó una numerosa banda: dos guitarras (su hijo Matías incluido que toca con los Illya Kuryaki), un teclado, batería, bajo, tres percusionistas bien candomberos, y dos coristas (su hija Lucila también presente). En ellos también se apoyó. Hubo cinco minutos de una riña de guitarras que dejó a todos histéricos. Un monologo de la batería y las voces de las coristas que parecían venir de una calle empedrada y blusera del país del norte.

Entre chiste y chiste que dosifican su repertorio repasó temas de otras décadas y los hits más conocidos como “Cha Cha Muchacha”, “Morirme de plena”, “Puedes” y “Bluemana”.

Repetimos, el Negro es un hombre de fusión. Desde su origen colonizado hasta su música demuestran que le gusta mezclar los componentes de diferentes estilos. Es cantante, entretenedor, imitador, bailarín, luce una postura teatral, percusionista, hace piruetas y falsetes con la voz, desfila por el escenario y todo también se resume con su look de jeans anchos, zapatillas blancas, camisa holgada, corbata y chaleco, más accesorios.

A lo largo de los años hizo espectáculos infantiles siendo una especie de superhéroe llamado Rubén Rá y tuvo un alter ego del funk llamado Richie Silver. Creó el grupo El Kinto Conjunto y participó de Opa y Totem, otras dos bandas emblemas de la música uruguaya.

A todos esos seres que lo habitan los expone en el escenario y tal vez, sin querer, hace coherente lo incoherente.

Todo muy Rubén Rada.

 

FOTOS: Melina Aiello.