La revolución tecnológica de Catupecu Machu

«Cosas sin nombre a kilómetros de hoy» es el último libro del periodista Nicolás Igarzábal donde celebra los veinte años del disco Cuentos Decapitados con un análisis personal y entrevistas a los involucrados en dicha obra.

Si pensáramos que a principios del milenio no existían Whatsapp, Facebook, Instagram, Twitter, Youtube o Zoom seguramente deberíamos hacer un esfuerzo mental para situarnos en aquel mundo y recordar cómo eran las relaciones humanas sin esas aplicaciones. Y si fuéramos más allá y nos centráramos en la música, quizás se nos vendría a la cabeza que el cd era el formato de consumo más popular, que las radios posicionaban artistas gracias a la alta rotación de temas, que el Estadio Obras Sanitarias significaba la consagración de los grupos de Rock y que si querías saber los acordes de tus canciones favoritas podías ingresar en Atame.org.  Sobre ese escenario bucea el periodista Nicolás Igarzábal en su último libro Cosas sin nombre a kilómetros de hoy donde a partir del disco Cuentos decapitados (2000) de Catupecu Machu va uniendo líneas entre esa obra y su vida personal.

“La idea surgió a través del periodista Matías Bauso quien dirige una colección en la cual el autor debe escribir y contar su relación con un disco, un libro o una película que lo haya marcado” explica Igarzábal quien justifica su elección debido a que “traté de salir de lo obvio que hubiera sido hablar de un disco clásico como Nevermind de Nirvana. Busqué uno con el que yo tenga una relación muy personal, que lo haya escuchado mucho, que haya sido una banda a la cual haya ido a ver varias veces y ahí se me apareció Catupecu Machu que a la vez no es un grupo muy revisitado”.

-En el libro dejás bien asentado que Cuentos decapitados te marcó mucho en tu adolescencia…

-Sí, porque ese disco coincidió con mis 15 años, el cambio de milenio y con el gran salto de la banda, fue su gran disco de quiebre. Me cerraba por todos lados contar la historia del grupo y mi adolescencia que fue la típica de cualquier argentino de clase media. Eran los principios de Internet, los primeros servicios de mensajería como el ICQ, el miedo al efecto Y2K por el que supuestamente iban a dejar de funcionar las computadoras, ir a la galería Bond Street; todas esas cosas de los 2000 me pareció que estaban buenas  para retratarlas en un libro.

-Y Catupecu fue una banda que conjugó de manera perfecta el Rock y las nuevas tecnologías.

-Hay mucha sinergia entre el Catupecu del 2000 y el cambio del milenio, la modernidad, las nuevas tecnologías. Cuentos decapitados fue el primer disco grabado en Proo Tools en el país, gracias a que Gabriel Ruiz Díaz era muy adicto a la tecnología, tenía una laptop cuando nadie la tenía. Entonces Catupecu encajaba muy bien para contar ese cambio de milenio, una banda que incluso después siguió siendo muy moderna.

Luego de sus dos primeros discos editados de forma casi independiente, el grupo formado en aquel entonces por Fernando Ruiz Díaz (voz y guitarra), Gabriel Ruiz Díaz (bajo y voz) y Abril Sosa (batería y coros) dio el salto al mainstream con Cuentos Decapitados. El apoyo de la discográfica BMG permitió que pudieran grabar en un estudio super profesional como Panda logrando así una producción mucho más prolija y un sonido de nivel internacional. “Antes de fichar para BMG eran una banda under muy rara, de culto. Al entrar en una multinacional explotan, logran rotación en las radios y canales de televisión, graban varios videoclips y llegan a Obras” comenta Igarzábal al tiempo que opina que “llegar a la masividad les hubiera costado unos años más si seguían siendo independientes”.

Con solo repasar algunos de los temas que integran el álbum rápidamente se cae en la cuenta de que se trata de un clásico: “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”, “Perfectos cromosomas”, “Eso vive”, “Entero o a pedazos”, “Puedes” son algunos ejemplos. Pero en todo caso estamos hablando de los nuevos clásicos del rock argentino, esos discos que explotaron a partir de los años noventa con una nueva corriente de bandas un poco más alejadas de las propuestas iniciales de los fundadores de nuestro rock. Para Igarzábal “Cuentos decapitados se ubica en una línea más de modernidad que podría comenzar en 1983 con Clics Modernos de Charly García, seguir en los noventa con San Cipriano (1993) de Los Brujos, Chaco (1995) de Illya Kuryaki y en los 2000 con Jessico de Babasónicos (2001). No hay mucho en común entre estas bandas pero sí la búsqueda de lo nuevo, de jugar con la tecnología y romper con la tradición”.

-Cuando volviste a escuchar el disco para poder escribir el libro ¿sentiste la misma emoción que hace veinte años atrás o sólo te generó un recuerdo emotivo?

-Me pasó que lo escuché de nuevo y me dije: este es un gran disco más allá de la época tanto de la banda, como la mía o la del mundo. Se mantiene por lo moderno que es, por el sonido que tiene; fueron adelantados y por eso se mantuvieron. No me pasó que dijera: che me gustaba porque tenía 15 años y ahora me parece una porquería como suele pasar con otras cosas como el Punk que te tiene que gustar de chico sino es muy raro que lo descubras de grande.

-¿Y recordar ese comienzo de milenio te hizo añorar algo que ahora ya no exista?

-Sí, extraño los discos físicos, el concepto del disco. Ahora son todos temas sueltos, le falta profundidad a la música en cuanto a la obra. Antes te comprabas Cuentos Decapitados en cd y lo escuchabas diez veces seguidas hasta el último tema que es un track oculto. Hoy ese tema –“I feel you”, cover de Depeche Mode- está en Spotify pero como un tema más, ya no está esa cosa de quedarte unos segundos en silencio y que de repente te aparezca un tema sorpresa. Extraño el romanticismo de escuchar un disco como una obra, leerlos como un libro, ver el hilo conductor que pensó el artista.

Si algo caracterizó siempre a Catupecu Machu fue su carácter indescifrable y su mutación constante, algo no tan común en el rock argentino de las últimas décadas. “La banda más cercana de ahora podría ser Él mató a un policía motorizado que también tiene un nombre raro, mucha fuerza pero con una cosa cancionera, un sonido medio experimental pero que no tiene rotación en radio” reflexiona Igarzábal aunque afirma no encontrar sucesores de Catupecu “porque es una banda que no se pareció a ninguna, ni antes ni después”.

 

*El libro Cosas sin nombre a kilómetros de hoy se puede conseguir en forma exclusiva a través de la tienda digital Bajalibros y la plataforma Leamos.