Living Fucking Colour

Hace treinta años Living Colour irrumpió con su primer LP Vivid (1988), el cual contó con la bendición y participación nada menos que de Mick Jagger. Para ubicarnos en el mapa de la época, comenzaba el auge de MTV y la banda se presentaba como una propuesta diferente que combinaba el rock con influencias de otros ritmos y letras que abarcaban desde historias divertidas cotidianas hasta escupitajos con fuerte contenido social, político y racial. La continua mutación en su música con el tiempo hizo que se transformaran en una banda de culto, de esas que suelen desafiar al oyente.

La excusa de su visita esta vez fue la reciente incorporación al repertorio de Shade (2017), un disco que utiliza al blues como punto de partida para fusionarlo con el universo sonoro tan particular de los Neoyorkinos.

Groove estaba repleto, las diferentes edades entre el público marcan una trayectoria que ya transitó varias décadas. Luego de un jugueteo con slide de Vernon Reid en la guitarra, Living Colour comenzó su presentación invocando el alma maldita (?) de Robert Johnson con la versión pesada y densa de “Preaching Blues”, canción incluida en el nuevo trabajo. El trinomio de temas “Middle Man”, “Desperate People” y “Funny Vibe” activó definitivamente a todos los presentes. “Freedom of expression”, otra nueva pieza, incluyó parte de un discurso de Trump en uno de los momentos políticos presentes en la noche, posterior a la rutina local de acordarse del presidente argentino y su madre.

Las luces se posaron sobre Corey Glover (voz) en “Memories can’t wait” con una intro digna de un cantante de gospel, y este dio una cátedra de su extenso rango vocal, jugando con el poder y la sutileza. A pesar de su queja “estoy muy viejo para esto”, llama la atención que no ha perdido el control sobre sus registros y su poder para improvisar dentro de las melodías jugando con los tonos. Pocos cantantes tienen esa habilidad y por ello se llevó una gran ovación.

En “Swirl”, Doug Wimbish (bajo) pasa al frente dando descanso al resto. Doug es un arquitecto del sonido. Gracias a eso, más la utilización de sus pedales de loop y con su una bella melodía triste junto con su técnica única, invoca el espíritu creativo y psicodélico que contiene su ADN parte de Hendrix y de Jaco Pastorius como referencias e influencias notables, para así llevarse la segunda gran ovación personalizada de la noche.

“Elvis Is Dead” del disco Time´s Up (1990) con un enganche de “Hound Dog” del rey armaron una divertida dicotomía, y llegando al final el mayor clásico infaltable en el repertorio explotó en la cara de todos: “Cult Of Personality” reventó el pogo. Es un tema poderoso tanto musicalmente como en lo discursivo y aplicable perfectamente a esta época. Vernon Reid, el padre de este monstruo de cuatro cabezas, en este tema y durante todo el show pasea endiablado por el diapasón con sus solos hipersónicos, sin perder su talento para moderar y utilizar toda la tecnología en favor de su dominio del instrumento. Pionero en la utilización de pedales y sintetizadores, es una leyenda moderna y referencia de la guitarra.

“Time´s Up” continuó con la energía frenética punk que lo caracteriza para luego bajar y dejar el centro de la escena a Will Calhoun con su habitual Drum Solo. El bueno de Will utiliza todo el conocimiento e inventiva combinando la tecnología y los instrumentos percusivos melódicos con su batería. Su técnica que viaja por el jazz, rock se mezcla con todos los elementos visuales que un baterista distinto como él ponen a disposición del show. Cerrando la noche con “Rock and Roll” y dejando al público con ganas de más Living Colour, finalizaron un show de más de dos horas de duración.

Ver a esta banda siempre resultará una experiencia diferente. Más allá del marco o el momento, estos artistas siguen estando comprometidos con su visión, sin prestarle tanta atención hacia donde van las tendencias o modas, y eso es gratificante. Esa sensación es la que mantiene viva la llama creativa de Living Colour tanto en estudio como en los escenarios: sienten esa necesidad de explorar, conocer e incorporar elementos. En este esquema, Shade es una prueba más de ello. Como único reclamo podría decirse que hubiera estado genial que utilizaran en la lista más temas del álbum, que contiene una mezcla interesante entre lo que se espera del blues tradicional y cómo lo interpreta la banda con su sello distintivo, un estilo que es fundacional dentro de su propia historia, cultura e identidad.

Living Colour sigue generando música de muy buena calidad, algo que no siempre es justamente valorado. Pero en la Argentina siempre los recibiremos con los brazos abiertos.

FOTO: Emmanuel Fernandez.