Los Espíritus: La búsqueda es el camino

Una luz azul se proyecta sobre la pared blanca de la esquina, si no funcionara como índice de algo más, su irrupción en la noche sería un espectáculo lindo de ver. El tren atraviesa el barrio y pasa entre el humo de las parrillas; si hiciéramos un poco de silencio desde acá podríamos escuchar el rumor de los árboles de la Agronomía. Adentro del Estadio Malvinas Argentinas la gente baila alrededor de los tambores del grupo de percusión africana Gali Dundun Camara; se mezclan con sus músicos, giran, vienen y van en una coreografía caóticamente bella de todo lo que es estar vivo. Esta escena se parece mucho más a la ciudad en la que viven los porteños que a esa otra que muestran en las guías de turismo. Esta noche se parece mucho más a vivir en Buenos Aires que lo que sea que esté pasando en Puerto Madero.

Este sábado en La Paternal tocan Los Espíritus, una banda que tiene 6 años (si consideramos la salida de su primer EP como punto de referencia), 3 discos, 0 canciones en la radio y cortó casi ¿5 mil? tickets en el Malvinas. Por eso, cuando se apagan las luces y comienza el cierre de la gira Agua Ardiente (2017) se siente en el aire una mezcla de ansiedad y emoción: el dulce gustito de una victoria comunitaria. El desafío de escribir algo sobre este show está en convertir en relato una experiencia en la que es necesario, como tantas otras veces, poner el cuerpo.

Los Espíritus llevan el realismo mágico a la música: se baila y se goza, se viaja a través de los sonidos y los distintos climas que propone una banda que puede hacer blues y ritmos latinos con la misma comodidad, pero también se cantan cosas bien serias. Se canta sobre una cultura y una sociedad que naturalizan ver al “Negro Chico” contando moneditas en el subte –como si fuera un holograma que aparece y desaparece atrás del celular-; se canta acerca de la “Rueda que mueve al mundo” en una maquinaria de dinero, sangre y humo; se canta contra la violencia institucional y también se cambia la letra para hablar de los gendarmes represores. Estetizándolo, también se deconstruye el día a día, se cuelan preguntas que para algunos –incluso quizá entre el público- sean incómodas de plantear. En Argentina 2017 es importante cuestionar: cuando los medios hegemónicos tienen un discurso cada vez más indulgente y la sociedad se vuelve más conservadora la cultura tiene que ser todo menos condescendiente. Eso también convierte en una buena noticia que un grupo como Los Espíritus llene un estadio.

El componente mágico lo aporta, por supuesto, la música. Es imposible encasillar a Los Espíritus en un género musical, en líneas generales es una “banda de rock” pero esa definición les queda muy chica. Hacen rock, hacen blues, hacen canciones para entregarse al baile como si no hubiera un mañana y otras que podrían musicalizar un spaghetti western; así invitan al público a un viaje a través de una galaxia musical con sello propio. Más allá de los temas classic-Espíritus una grata sorpresa fueron canciones de Agua Ardiente como “Perdida en el fuego” o “Luna llena”, que en vivo cobraron otra relevancia. Para este show –el más convocante de su carrera- invitaron a Saúl Correa (padre de Felipe “Pipe” Correa, baterista) quien llegó desde Medellín para sumar su bongó en “Mapa vacío” y “La mina de huesos”. También compartieron el escenario con Francisco Paz (Mambo Surf), Walter Broide (Posediótica), Tomás Vilche (Los Bluyines) y Tulio Simeoni (La Patrulla Espacial); un ensamble que dejó al público extasiado con “El palacio”, “Alto valle” y “Vamos a la Luna” (“hicieron un quilombo bárbaro”, comentaron por ahí atrás).

Para el final, a la simbiosis natural de “Negro Chico” – “Las Sirenas” se sumó “La rueda que mueve al mundo” con un momento épico por parte del público: un pogo circular que convirtió a la rueda en una máquina humana de cuerpos transpirados (una metáfora no tan distante de la realidad / “dinero, sangre, humo, eso la hace girar”). Cuando sonaban los últimos acordes, Maxi Prietto (guitarra y voz) sentenció: “Este año tocamos por todos lados, y en todos lados todo el mundo preguntó ¿Dónde está Santiago Maldonado? Ahora sabemos lo que pasó, el Estado es responsable ¡Háganse cargo!”. Los Espíritus se hicieron cargo de llevar a un público que se mueve entre el Salón Pueyrredón y Niceto al Malvinas Argentinas y regalarles mucho más que una buena noche: un hecho artístico transformador.

FOTO: Mathías Magritte (Los Espíritus).