Me bajo del escenario hecho una basura, un desecho. Me siento para ver a Roñosos. Kike parece recuperado. Tony es Angus Young. El batero de la puta madre definitivamente no escuchó nunca las canciones, pero Nelo se abstrae. Y aunque el micrófono no lo ayuda, y necesitaríamos los subtítulos para saber qué dice entre tema y tema, resulta emotivo cuando levanta su cerveza en alto, mira al techo (cielo), le sirve un poco de birra al piso, y entiendo que le dedica el tema a alguien que ya no está. Con un dolor de cabeza que me mata pienso que si estoy en lo cierto, Nelo ya triunfó. Él no necesita más que esto para ser feliz. No renunciaría nunca, ni que le corten el sonido. No es el maricón de Messi que se deprime veraneando en un yate. Es un héroe de Lanús, laburante y apasionado de lo que hace, salga como salga. Pero mi cuerpo no da más. Descubro que del dolor de sien, de ceja, de cabeza, de todo, tengo el cuello duro. No puedo mover la cabeza ni un poquito hacia los costados. Me duele cada hueso del cuerpo. Hace un frío de la puta madre y todavía nos queda todo el viaje de vuelta, con la camioneta en cuarta. Me acerco a Nico, caminando como un Walking Dead:
―Nico, por favor, necesito un médico.
El hospital de Pinamar está justo a cuatro cuadras del Refugio. Llegamos caminando, y subo la rampa con la patas duras, entre paspado, roto y muerto. En la guardia me anuncio ante dos típicos de cualquier hospital público. Lo bueno es que parece que no hay nadie. Me indican que espere ahí en la sala, pero muy pocos minutos después me llaman desde un consultorio.
―¿Qué te está pasando, Juli?―me dice una médica, que parece feliz de tenerme ahí.
Yo le explico que me duele todo, que tengo una piedra en la frente, en la ceja, en la sien, que traigo la gripe A mayúscula. Ella, que no se cansa de decirme Juli, recurre a la clásica. Me avisa que me va a inyectar no sé qué, y que eso me va a calmar. Me pregunta si soy músico, y yo imagino que no debo ser el primero que toca en El Refugio y termina en esta sala. ¡Para! Me va a pinchar el culo, y yo me lo limpié así nomás.
―Doctora. ―Me hago el moribundo, el pobrecito―. Disculpe pero hace tres días que no tengo dónde bañarme, y tuve una urgencia en el viaje hacia acá.
Yo creo que al bajarme el pantalón para pincharme el culo tiene que haber visto algún resto. No obstante siguió llamándome July, y sonaba cada vez más dulce, con la falopa haciéndome efecto acostado en la camilla. Para cuando nos fuimos caminando del hospital, todos los que esperaban se nos reían. No sé si por los pantalones llenos de cierres que usa el líder, y su campera roja de cuero, o porque ya se había corrido la bola de que yo traía mierda desde los tobillos al cuello.
Bajar por la rampa de la entrada de ambulancias, pichicateado después de sufrir tanto, se sentía como meter el dedo en un pote de crema, usar dos tetas como binoculares, o tener alas o algo así.
El viaje de vuelta fue normal. Tramo largo, rápido y furioso con el Líder al volante, hasta una estación de servicio. Y tramo final, corto y lento, en las manos de un Nelo que cabeceaba y hasta en algún momento frenó para elongar al costado de la ruta. Entramos a la capital al mediodía, tal cual lo pensado. La combi se detiene en Independencia y 9 de Julio. Los Explenden nos bajamos junto con nuestros instrumentos y bolsos. Mauro se me acerca al oído, me pregunta si no hay problemas en que Pablo reemplace el mes que viene al batero de la puta madre, al ajedrecista. Claro que no me niego, aunque yo no decido por nadie. Bajamos por las escaleras hacia el subte, yo raspa que raspa.
FIN
ILUSTRACIÓN: Andrés Rosenberg.
CAPÍTULOS ANTERIORES:
GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (1ra PARTE)
GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (2da PARTE)
GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (3ra. PARTE)
GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (4ta. PARTE)
GIRA ESCATOLÓGICA: BAHÍA BLANCA-PINAMAR (5ta. PARTE)
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