Guns N’ Roses: La década ganada

Si pensáramos en una división por décadas para encontrar una banda rupturista en la música contemporánea, podríamos hacer la siguiente cronología: la década del ‘60 les pertenecería a los Beatles, en los ‘70 Pink Floyd se encargó de sacudir al mundo, en los ‘80 sería Queen. Con la vida de Freddie Mercury apagándose todo parecía indicar que el futuro de la música iba a naufragar entre el pop electrónico y las bandas de glam rock pomposas y edulcoradas.  Pero no, los memoriosos recordarán el cassette o el CD (para los más afortunados) de Apettite For Destruction (1987) al escucha la furia en la frase “you know where you are you’re in the jungle baby you gonna die!!!”. Guns N’ Roses se adueñaría de la década de los ‘90.

Es natural preguntarse qué motiva a los músicos más de veinte años después de una separación a materializar esta reunión y gira mundial que parece forzada. ¿Negocio? ¿Nostalgia? ¿Placer? Tal vez haya un poco de todas.

Pero nada de eso importa. River está colmado, hace calor y hay un viento mínimo que hace prever que el sonido será claro y no quedará embolsado. Casi pisando las 22 “It’s So Easy” (es tan fácil) como un chiste metafórico en su título marca el comienzo del último recital de la banda en el país. La primera trilogía de canciones de rock puro y clásico con que nos deleitan continúa por “Mr Brownstone” y “Welcome To The Jungle”, todos de su primer y mejor disco.

La banda está bien ajustada y Slash viene en su mejor versión. Empilchado con su remera musculosa con la frase “Buenos Fucking Aires” se pasea por todo el diapasón, conservando su sonido limpio y sus fraseos intactos agregándole pirotecnia, velocidad e improvisación cuando así lo requiera. También es el frontman cuando Axl se toma un respiro, se cambia de ropa o vaya a saber uno qué.

Llegaría el turno de “Chinese Democracy”, tema homónimo del álbum solista de Axl en el cual se apropió indebidamente del nombre de la banda. A pesar del amarillismo dentro de esta cuestión hay que remarcar el profesionalismo y la soltura de Slash para apropiarse de un tema que no le pertenece. “This I Love” también del último disco y un bálsamo en la noche. La mejor interpretación y lo más cercano a lo que puede dar hoy Axl, que por su estilo, el tiempo es un juez severo. Tal vez se encuentra en una transición parecida a la de Robert Plant, que en la vuelta de Zeppelin en el año 2007 se notó que a pesar que conservar su timbre de voz tuvo que bajar unos tonos en algunos temas de registros muy altos.

Abajo entre el público no pasa mucho, quizá la experiencia burguesa del “campo vip” (abonando a la teoría de Richard Ashcroft) sumado a la creciente y estúpida moda de transformar cada momento en una foto o un vídeo hacen sentir un público un tanto frío ante semejante marco. “Stranged” es la muestra de por qué Axl no pudo ni con tres guitarristas en simultáneo reemplazar a Slash. El último guitar hero vuelve para reclamar el trono.

Para alegría de los nostálgicos de los lados B “Rocket Queen” y “Coma” se suenan todo. Las buenas interpretaciones de los covers “Live And Let Die”, la hermosa versión a dos guitarras de “Wish You Where Here” de Pink Floyd con un Richard Fortus oficiando de guitarra principal y acompañante de manera magistral. En “New Rose”, cover de The Damed, Duff McKagan se luce cantando y acompaña vocalmente durante toda la noche junto con Dizzy Reed (piano) y Melissa Reese (samplers y programaciones). Más allá del buen baterista que Guns N’ Roses tiene ahora, Frank Ferrer, la aparición de Steven Adler hizo que se agregara una cuota extra de nostalgia, dejando casi completa la formación clásica. Juntos interpretaron “My Michelle” el buen Steven se llevó una ovación tan grande como llamativa. Ya para el final una catarata de temas infaltables suenan “Sweet Child On Mine” como un correcto paso obligado, “November Rain” en donde se nota un Axl entre cansado y guardando fuerzas para el final, y una bella versión de “Patience” con Slash otra vez brillante. El final a cargo de “Paradise City” cierra una noche en donde en casi tres horas de show no quedó casi ningún clásico afuera.

De lo mucho que podemos comentar o achacar a una banda que supo ser icónica, podemos remarcar que la vigencia en cuanto a corte de tickets, música y puesta en escena es muy buena. Es cierto que hay una transición natural por el paso del tiempo, pero nada puede detener el ímpetu y el derecho que tiene una banda transgresora para jugar a ser por un momento lo que fue. Y si esto en el futuro es acompañado por nuevos discos, más loable será toda esta reivindicación de un pasado lleno de gloria.

 

FOTO: Gentileza Katarina Benzova.