DLGP Doble o Nada: El equilibrio entre los opuestos

Los cuatro están ahí. Tocaron entre los dos días aproximadamente unas cuatro horas y cuarenta canciones (algunas dos veces). Se abrazan en un círculo. “Qué hermoso brillan” corea todo el estadio. Y entonces, por primera vez en estas dos noches, son ellos los espectadores. Dario Panter Giuliano, Lucas Martínez, Nicolás Persig y Alejandro Zenobi.

Con la propuesta del Doble o Nada, De La Gran Piñata invitaba un día a Vorterix de Colegiales, otro día al Teatro de Flores, para llenar ambos lugares de gente, grandes canciones y pura potencia sonora.

El sábado se pudo llegar temprano para ver a Locos De Nacimiento y el domingo se disfrutó del potente set de Oridios. La espera entre medio permitía tomar un buen refrigerio con alcohol en las respectivas barras del primer piso (si eras mayor de edad, por supuesto) hasta que las luces se apagaran y la efervescencia estallara: “Tu can” enganchada a “Puta” por un lado, “Despertador” pegadísima a “Fiebre” por el otro. Calor del bueno, sin dudas, sea el barrio que sea.

La calidad visual sonora y visual acompañó el show de Vorterix de principio a fin. Un círculo floydeano hipnotizaba entre bolas de 3D, bombillas de luz, humo e imágenes de los cuatro integrantes. El impacto de las luces conjugaba una puesta de escena de primer nivel, que sumada a la sucia delicadeza sonora, hacía resaltar a perlas como “La urgencia” o “A dónde se nos fue el sol”.

El show en el Teatro Flores prometía lo mismo y así arrancaba con las primeras canciones, hasta que por un largo tiempo la pantalla dejó de funcionar. Esto, lejos de amedrentar a la banda, sacó lo mejor de la misma. Sobresalió entonces lo más preciado que tienen y por lo que cada vez más gente va a buscarlos en vivo: las canciones, acompañadas por la perfecta ejecución de las mismas. Brillaron así “Los asuntos del miedo”, “Josefina” e “Introspectivo”.

La primera mitad de ambas noches tuvo como particularidad un sube y baja de climas. Pese a esa combinación, en la primera noche parecieron resaltar más los temas compradores como “La puerta detrás del ropero” o “De bar en peor”, mientras que en la segunda función la cuestión se sostuvo más llamativa desde la propuesta densa y oscura de “Under” o “Requiem”.

Todos los caminos sin embargo iban a decantar en el estribillo de los dos conciertos: el tridente imbatible que conforman, en el orden que sea, “Veredas”, “Anguilita” y “(Sonrisa)”, esta última acompañada por la imagen de las decenas y decenas de tatuajes que acompañan a la banda. Y entonces retumbaron más todavía las frases emblemáticas como “Pasiones que dan escalofríos”, “Si al cielo entrás de rodillas no va a ser nunca tu cielo” o “Sonríe por todas las cosas que te hacen feliz”, entre tantas y tantas más.

Mientras Vorterix promediaba el final con exquisitez plena, Flores se consolidaba a puro rock y garra. Pero si algo tenían en común ambas noches era la calidad musical y la energía que emanaban los campos encendidos por un público cada segundo más fiel. Las sinceras sonrisas en las caras, todavía hoy envueltas de sorpresa, de los cuatro músicos ante semejante marco, son el mejor resumen de lo que ellos mismos provocan en su público. El cierre un día fue con la inédita “Ella es” de la vieja banda de Panter, y al día siguiente “La historia de la mosca y la araña” se hizo inmortal e interminable como nunca antes.

Y así tal vez sin querer queriendo, los shows de este Doble o Nada terminaron resaltando cada uno por diferentes razones, sin que eso signifique que estas no se hayan presentado también en la otra función: uno con más potenciales hits, con calidad visual y sonora perfecta; otro con su densidad, el rock propiamente dicho y los huevos bien al frente. Y ambas con la mejor arma posible que una banda pueda tener: las canciones. Todo esto junto conforma el equilibrio entre los opuestos.

 

FOTO: Lu Vilanova.