Goran Bregović: La fiesta interminable

Goran Bregović nació en Sarajevo, Bosnia-Herzegovina (antigua Yugoslavia), cinco años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Hijo de padre croata y de madre serbia, saltó a la fama entre los melómanos y cinéfilos del mundo con el estreno de la película Underground (1995) dirigida por Emir Kusturica. Bregović fue el encargado de componer y grabar la banda sonora de esta cinta de culto que retrata y satiriza la historia de Yugoslavia a partir de la Segunda Guerra desde la óptica de dos amigos: Marko y Petar.

Con esto dicho, el último miércoles de abril este referente indiscutido de la música balcánica hizo bailar hasta a los muertos sobre la calle Corrientes. En el marco de la presentación internacional de su último disco (Champagne for gypsies, 2012), en el que colaboran los Gypsy Kings y Gogol Bordello, entre otros artistas, Goran Bregović llegó al teatro Ópera junto a su excepcional Wedding and Funeral Orchestra (Orquesta para bodas y funerales). Apenas pasadas las 20 horas, con las luces aún encendidas y el público ubicándose en sus asientos, los músicos de la orquesta fueron ingresando a la sala desde la entrada general, tocando sus instrumentos, hasta llegar a reunirse con el maestro –último en aparecer- sobre el escenario.

Al grito de “If you don’t go crazy you’re not normal!” (algo así como “si no te enloquecés, no sos normal”) un Bregović de traje blanco y facha resistente el paso del tiempo encendió el fuego para dar comienzo a la celebración gitana. A su lado, el percusionista árabe Muharem Redzepi conquistó desde muy temprano al público con una voz conmovedora. Dos trompetas, dos trombones, un saxo y dos coristas vestidas con trajes típicos yugoslavos terminaron de confirmar que esa noche quedaría en la memoria de todos los presentes.

A partir de la tercera canción, un flaquito con una cabeza llena de rulos decidió que las butacas ya empezaban a aprisionar las piernas y los brazos, y así la fiesta terminó de comenzar. En ambos pasillos del teatro se formaron dos filas interminables de personas de todas las edades que bailaban solas o en grupo, completamente entregadas a los sonidos balcánicos. Esas dos filas, con la circulación consecuente del intercambio de cuerpos que ingresaban a la “pista” y otros que volvían a la introspección del asiento, perduraron durante las más de dos horas que duró el show.

Entre los grandes momentos de la noche, se destacaron el intimismo del tango “Ausencia”, la algarabía de “Gas Gas” y “Balkaneros” y la seducción de Bregović en “That man”, grabada originalmente con Eugene Hutz. Para el final, “Bella ciao” y la esperada “Kalashnjikov”, que hizo delirar al Ópera con gritos de guerra incluidos. Un miércoles, en Buenos Aires, todo un teatro disfrutó de una cultura completamente diferente a la que cada uno de esos bailarines entregados a los ritmos gitanos está inmerso en el día a día. Al final Charly siempre tuvo razón: la locura es poder ver más allá. 

 

FOTOS: Pablo Mekler.

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