El Siempreterno: La procesión va por dentro

Uniclub te permite, pares dónde te pares, quedar pegado al escenario. Aunque no hace falta estar tan cerca para que se evidencien los años de los músicos de El Vértice: patas de gallos, barbas canosas y alguna pelada tienen su correlato sonoro en melodías aplomadas y letras presuntamente introspectivas. Así, los que iban llegando minutos antes de la banda principal, depositaban la atención en una banda reciente, en la que coinciden músicos de pasados frondosos. Con una actuación de treinta minutos, les bastó para que muchos se vayan pensando en buscarlos en internet.

El reducto hasta las pelotas. Más de cuatrocientos tipos ataviados pesadamente por noticieros que presagiaban granizo y tempestad, se derriten bajo la  concreción de un pronóstico que para ellos nunca falla: El Siempreterno brindará un recital maravilloso. “Bajo este sol”, la melodía abrasadora da inicio a un haz que descubre sonrisas, y una notable timidez colectiva.

“La estaticidad que produce El Siempreterno me sorprende”, bromea muy en serio Sergio Rotman, en el inicio de lo que será un constante interactuar con el público. Un fotógrafo cuenta al oído de un colega: “lo sigo a todos lados, toque con quién toque”. Al Borde de la escalera una pareja consensua: “Son la mejor banda”. Los músicos lo saben, y lo dicen al micrófono. No hay presente para el que El Siempreterno sea una banda más, es la mejor. Incluso para ese que por fin se animó a verlos por primera vez. “Más de lo mismo” en cada uno de los que justifica ante quién puede, la estupefacción que produce tenerlos ahí, al norte, en frente, bañados de buena vibra.

Con su complicidad constante, Mimi Maura y Sergio Rotman son el centro pero no único receptor de las miradas. Ladeados en cuerdas por Ariel Minimal y Alvaro “Ruso” Sanchez, y empujados por la categórica sincronía de Fernando Ricciardi en batería, El Siempreterno distribuye equilibradamente sus mejores atributos. Y consuman esa identidad en un dúo vocal, que fusiona a la perfección la belleza y calidez armónica de Mimi, y la impronta clara y rockera de Sergio.

“¿Alguien quiere hacer alguna pregunta?”, insiste Rotman a cada rato, indagando en la estaticidad que lentamente comienza a quebrantarse. Se van sucediendo las canciones que no despiertan jamás el pogo, pero hasta el más ciego puede ver como estallan enérgicamente dentro de cada cuerpo en Uniclub. Pasan “Cristianos”, “Nada más triste”, o “Bebiendo Ansiedad”. Rotman en algunas con guitarra, pero en todas agitando. Mimí en todas baila, sonríe, disfruta.

No hay sorpresas en la lista de canciones. Pero ante el anuncio de cuál viene, o los acordes que la deschaban, entre el público se celebran con asombro e incredulidad. Dos flacos que no se conocen entre sí, que ya vieron varias veces a la banda, cruzan miradas de cejas levantadas y muecas que evidencian un “no puedo creer que toquen este tema”, cuando comienza “Moonage daydream”, tema de David Bowie que El Siempreterno suele tocar en vivo, resabio de épocas pasadas de Cienfuegos. Confraternizan estos dos, como todo aquel que puede dentro de Uniclub, porque necesitan compartir con alguien su alegría, la sorpresa es un simple pretexto. El público se comporta sumamente extraño, recién por la decimotercera o decimocuarta canción, comienzan a distinguirse algunos saltos o leves empujones. La furia de la banda, que por momentos deja en clara evidencia su esencia punk, es canalizada de forma poco clásica en los espectadores, que escuchan, atesoran y retumban en eco la insistencia de Rotman: “¿Alguien quiere hacer alguna pregunta?”.

Gigio González, cantante de los teloneros El Vértice, y exintegrante de Cienfuegos, sube al escenario para acompañar en guitarra un trío de canciones. La última es “Todas las estrellas”, y resulta de las más cantadas de la noche. Abandona el escenario, y adentrándose en la última parte del recital, El Siempreterno termina repasando temas de todos sus discos. “Joven muerto en Juana Diaz”, “En el mar de carbón”, “7 eleven”, dejan paso a un final de covers festejado como cada vez. “Baba O´Riley” de Los Who, “Love will teal us apart”, de Joy Division, y el último y final de la presentación en los acordes de “Pale blue eyes” de Lou Reed, y en un beso prolongado de Mimi a Sergio. Los músicos se despiden, Rotman anuncia que probablemente repitan el recital en agosto, y la estaticidad se vuelve dinámica escapando entre el cemento y la mugre que no sorprende.

 

FOTOS: Gina Piccolini.

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