Fantasmagoria y Valle de Muñecas: La oscuridad se vuelve vida

Valle de Muñecas y Fantasmagoria son dos bandas que comparten mucho más que público: más de una década de vigencia en el under porteño, los músicos que las formaron fueron miembros de otros grupos que moldearon la historia del “nuevo” rock de acá –Menos que cero y Fun People– y una búsqueda que se tradujo en hacer algo diferente, lejos de las fórmulas repetitivas que tanto abundan por estas latitudes.

Un viernes de mayo y la función trasnoche de La Trastienda fueron la excusa perfecta para que ambas se den cita en el escenario de la calle Balcarce. Pasada la medianoche, Fantasmagoria empezó su set con “Alicia” de Abracadabra (2007) y “Yo nunca tengo razón”, la primera canción del EP que lleva el nombre del grupo, editado en el año 2001. Comandados por Carlos Loncharich -alias Gori- en guitarra y voz, Gustavo Buchiniz (bajo), Mariano Acosta (teclados) y Augusto Giannoni (bateria) fueron acompañados a lo largo del show por otros músicos (coros, vientos y violín). Sin embargo, uno de los momentos más altos del recital fue “A veces”, cuando cantaron a capella, aplaudiendo y marcando el pulso con sus zapatos, desplegando sus voces tan diferentes entre sí y la bella forma en que se amalgaman. Para el final “El río”, que da nombre a su disco editado en 2012, y “La laguna” de Clearance (2013).

A esta altura, el público ya había entrado en calor y esperaba ansioso por el número central de la noche: Valle de Muñecas, una banda para ver con una sonrisa en la cara. Este acto, si bien es totalmente involuntario, no tiene nada que ver con no estar tomándose en serio lo que está pasando. No se baila Valle con la liviandad que se baila en una fiesta, todos los sentidos y la atención están puestos en el escenario, pero el disfrute se extiende desde el sentido del oído hasta la gestualidad, a través de todo el cuerpo.

Integrada por Mariano “Manza” Esaín en guitarra y voz, Fernando Blanco en guitarra, Mariano López Gringauz en bajo y Luciano “Lulo” Esaín en batería, Valle de Muñecas es una de las grandes bandas que hay para escuchar hoy ¿Por qué? Porque a lo largo de más de diez años sacó tres discos de estudio llenos de canciones muy lindas, de esas que abrigan y acompañan en invierno pero también invitan a abrir las ventanas para que entre el sol. Porque si bien Valle propone un viaje a través de melodías, letras y estados de ánimo muy diferentes, hay algo de esperanzador en esos temas que funciona como un hilo conductor, algo de esa nostalgia con la que uno se siente cómodo: la que implica vivir y haber vivido, la que escribe las reglas del juego. Y si al final nos damos cuenta de que no hay esperanza, al menos tendremos buenas canciones.

La tercera Trastienda de Valle empezó con “Ni un diluvio más” de La autopista corre del océano hasta el amanecer (2011), “Dejadez” de Flopa Manza Minimal (2003) y “Días de suerte”, que da nombre al primer álbum de la banda, grabado en el año 2005. Sin mucho preámbulo, le siguieron dos de las tres canciones nuevas que presentaron en este show “A 1000 kilómetros de que amanezca” y “La cura y el dolor”, que al igual que “Las cosas perdidas” (otro estreno) continúan con la identidad tan marcada de una banda que crece sin perder ese don que es tan importante y sencillo pero que a muchos les falta: sonar ni más ni menos que como ellos mismos.

Para el final, las perlitas de Valle: “La soledad no es una herida”, “Gotas en la frente”, “Tormentas”, “Vamos al cine” y “Regresar”, que incluyeron poguitos de gente abrazada y otros bailando con los brazos arriba. Se cierra el telón y todos emprenden la vuelta a casa, seguramente un poco distintos a lo que eran antes de salir para San Telmo a encontrarse con un amigo o tomar una cerveza en la esquina: ahora están felices y llenos de canciones, saben que ya construyeron nuevos recuerdos.

 

FOTO: Javier López Uriburu.