La Chancha Muda festejó sus diez años de vida

Mi amigo –entre nosotros podemos llamarlo Kris– fue un experto del under durante muchos años. No solo porque escuchaba, sino también porque conocía todos los tugurios donde el rock sonaba. Luego paulatinamente fue retirándose de la noche. Después llegó Cromañon y las cosas cambiaron para siempre. El sábado fuimos juntos a ver La Chancha Muda en el Uniclub, quienes festejaban diez años de vida.

El set con destino de aperitivo estuvo a cargo de Cormorán. Un rato antes de las diez, los ocho integrantes de La Chancha saltaron al escenario para comenzar el festejo. El entusiasmo derramado desde arriba tuvo una reacción más lenta abajo, algunos cantaban, casi ninguno saltaba. Mi amigo solo levantó las cejas, cuando con un gesto intenté saber su valoración, luego que sonaran “La gota”, “No me digas” y “Los demás” en el comienzo del show.

Los temas se sucedían pero el clima no se lograba armar completamente. Abajo del escenario era más parecido a una reunión de amigos que a un concierto de rock. Sin pogo, nada de vasos por el aire y mucho menos, chicas sin remera. Sin embargo la banda siguió descargando, haciendo muy bien lo suyo. Entonces llegó “El Palacio” en formato acústico. Cambio de instrumentos, enchufes y cables, desorden innecesario para una sola canción.

De regreso a la versión eléctrica sonaron “Pueblito”, “Piruetas” y una versión arriesgada y contundente de “El viejo de arriba” de Bersuit Vergarabat, que cambió el show. Subió la intensidad. Y llegaron los invitados: Pablo Wehbe y Federico Fassa de Aztecas Tupro –productores del disco Ya No Queda Más Lugar Bajo La Alfombra que La Chancha editó en 2013– dieron otro empujón para que el Uniclub se encienda.

En el final llegaron las canciones más contagiosas. Las dos últimas, “Taranta” y “Mar de fueguitos”, fueron la muestra de cuanto puede dar esta banda que hace diez años viene empujando en el under.

Mientras los músicos se despedían mi amigo Kris empezó a hacerme algunas preguntas a las que yo mismo les busco una respuesta. ¿Dónde está el pogo y los empujones? ¿Dónde la mugre, la musical y la de los locales? Para cerrar con la afirmación melancólica ¡cómo extraño Cemento!    

 

Foto: Ezequiel Bilbao