Tierra de Fuego: Volveremos a vernos…

Tengo que confesar algo: ¡yo me hice amigo de la banda de la que soy fanático! Es más, ¡laburé con la banda que soy fanático! ¿No son dos sueños de muchos amantes del rock? Podría decir que yo los cumplí. Me siento un privilegiado.

Corría el año 2005. Al Borde del Tiempo dejaba de ser un programa de radio temático para adentrarse definitivamente en el rock. Las ganas de conocer este nuevo mundo estaban a flor de piel y una rueda de prensa nos llamaba la atención por la presencia de una banda que empezaba a hacer un poco de ruido, especialmente por su controversial nombre: No Te Va Gustar. Pero había un par de bandas más. En el primer piso del Roxy dos flaquitos esperaban para hacer entrevistas. “La banda se llama Tierra de Fuego, me decía la coordinadora. Y decidí ir a su encuentro porque, por esas mágicas casualidades de la vida, hacía unas semanas un compañero de la facultad que tenía una banda me había dicho: “No nos vengas a ver a nosotros, mejor andá a ver a la banda de mi primo que está buenísima, se llama Tierra de Fuego”.

Quien iba a pensar que me iba a hacer fanático de esa banda. Y después conocerlos en profundidad hasta entablar una de esas amistades que se hacen cada vez más fuertes. Y después darme el lujo de laburar con ellos y compartir viajes y experiencias inolvidables.

Hoy, nueve años después de aquel encuentro y a quince años de haber nacido, la banda aprieta el botón de pausa. No habrá más shows en vivo por el momento. Y no puedo evitar que se escape un dejo gigantesco de melancolía. Es que desde que me encontré con sus canciones, cada vez que alguien me pregunta acerca de mis bandas favoritas, entre tantas estrellas de rock se cuela siempre Tierra de Fuego. Las caras de desconfianza de los receptores provocan un lindo momento incómodo. Pero créanme, todos ellos luego asienten con la cabeza cuando se adentran en su discografía. Son cinco discos irresistibles, muy distintos entre sí. Crudeza. Mística. Rock. Canciones. Pop.  Y un show en vivo que te vuela el coco.

Algunos pocos comprenderán lo que leen. Otros se preguntarán de qué mierda estoy hablando. Así que los invito a no querer caer aunque el piso sea un imán, y a levantar ese corazón que se cayó por la escalera. A tomar un whisky en una noche de dolor y a decirle a esa persona especial que tan solo querías volver a verla y que nunca podrías mentirle porque no sabrías como hacerlo.

Hoy estoy en mi habitación, sentado. No sabía si escribir esto como periodista, como público, como manager, como productor, como amigo, así que supongo que hay un poco de todo en estas líneas. Lo que sí sabía es que algo tenía que escribir. Y que por supuesto será incompleto. Escribo y no aguanto más estar sentado. Quiero cantar “no tengo excusas para verte” o “te darán amor”, o corear el final de “El mono en la pared”. Estoy ahí. ¿Es Cátulo o El Teatrito? ¿El Condado o Tabaco? ¿Teatro Victorial o Niceto? ¿Unione e Benevolenza o Club Premier? ¿Buenos Aires Club o Marquee? Y estoy yendo solo a verlos a un barcito del Paseo La Plaza, o cargando un ampli en Marcos Paz, o volviendo bien en pedo con Agustín e Ignacio Bianchi por una desconocida calle montevideana, o disfrutando en mi querido bar del Club Palermo mientras Fernando Aguirre me hace protagonista del genial cover “Walk on the wild side” de Lou Reed.

Y recuerdo que enero de 2012 me encontró haciendo algo que nunca saqué a la luz: un arduo listado de lo que para mí fueron las 100 mejores canciones de rock nacional en la década de 2000. Creo que Bersuit fue la que más temas coló, seguidos de cerca por Las Pelotas, y había también un temazo (“Paciencia”) de otra querida banda por mí como lo es Deltoya. Pero el número 1 se lo llevó “El mono en la pared” de Tierra de Fuego. Y se las dejo acá abajo, porque todos merecen escucharla al menos una vez. Pero estoy seguro de que no será solo una. Después me dicen.

 

Gracias TDF