León y Agarrate Catalina: Un partido inolvidable

Para José Arcadio Buendía, el patriarca de Macondo, “el mundo es redondo, como una naranja”. Seguramente, si en lugar de Gabriel García Márquez,  un argentino hubiese escrito Cien años de soledad, la frase sería: “el mundo es redondo, como una pelota”. En un país tan futbolero, es inevitable hacer analogías y paralelos futbolísticos con casi cualquier situación cotidiana. Es por eso que el pibe en la facultad le pide al profesor que le tire un centro y ese 3 se convierta en un 4, o acusa a la (ahora) ex novia de cortarle las piernas cuando esta lo deja por otro. Continuando por la misma línea, se podría decir entonces que lo del sábado a la noche en el Luna Park, fue uno de esos partidos que quedan guardados en la retina y en la memoria, esos partidos inolvidables.

PRIMER TIEMPO

Sacan del medio, meten el pelotazo y gol. ¡Pum! ¡Palo y a la bolsa! Como esos encuentros que arrancan con un gol tempranero, cuando todavía la gente no se había acomodado en el sillón ni en la tribuna, el show de León Gieco+Agarrate Catalina comienza a pura emoción: Nahuel Pennisi, guitarrista y cantante no vidente, abre la noche junto al santafecino con un homenaje a la Negra Sosa. Los homenajes seguirían: “Casamiento de negros”, de Violeta Parra; “Los chacareros de los dragones”, para Víctor Jara; “Cuando llegue el alba”, con imágenes de Cafrune en la pantalla, y “Guitarra”, hermoso tema compuesto por Gieco junto a Atahualpa Yupanqui. Minutos más tarde, Raúl Porchetto, sentado entre el público, lo acompañaría en “Bajaste del norte”, cubriendo al Luna de nostalgia.

Volviendo a la pelota, León Gieco es como Riquelme. El tipo es un distinto, maneja el show con una sabiduría que pocos tienen. Porque después del cantante folklórico, le sale (y muy bien) el rockero de adentro. Como Román, hace un par de pases para los costados, pero de repente mete ESE pase, puntilloso, letal, que hace saltar de su asiento hasta al más tranquilo de los mortales. Escoltado por Infierno 18, “Pensar en nada” da el inicio al segmento, seguido por una gran versión de “El país de la libertad”, “Todos los caballos blancos” y un clasicazo como “El fantasma de Canterville.” Pero también sabe que a veces hay que meter el partido en el freezer, entonces se luce con “El desembarco” (con imágenes de la ex ESMA de fondo), y emociona a las once mil almas presentes con ese himno que es “La memoria.”

Tabaré Cardozo es ese pibe que, en un potrero, espera pegadito a la raya que lo inviten a jugar. Y cuando le dan la chance, la rompe, la descose. “La escalinata de la vanidad”, temazo que el yorugua interpretó con Gieco, es el fiel reflejo de ello. Y es el mismo Cardozo quien luego invitaría a sus dos hermanos y al resto de la murga al escenario. Todos juntos entonan “Cinco siglos igual”, dejando con la piel de gallina a unos cuantos. Golazo de mitad de cancha. Se va León, queda La Catalina únicamente.

Si Tabaré es ese muchacho que espera al costado de la cancha, Agarrate Catalina es un equipo de pibes atrevidos, pícaros, capaces de ir y pintarle la cara a Brasil en el mismísimo Maracaná. Disfrazados de cucarachas anunciando “el fin del mundo”, descostillaron de risa a los presentes con un imperdible cuplé sobre los conflictos en Medio Oriente, un desopilante “diálogo con Dios” y una divertidísima parodia del Pepe Mujica hablando sobre la reciente legalización de la marihuana. Llegaría después en las pantallas la proyección del flamante clip de “Violencia”, grabado junto a No Te Va Gustar. “Niño del fin del mundo” inundaría de emoción al mítico estadio de Corrientes y Bouchard, y ni hablar cuando el Zurdo Bessio, dueño de una voz privilegiada, deslumbrara a todos con “La Niebla”, para irse al intervalo con un nudo en la garganta.

SEGUNDO TIEMPO

La segunda etapa empieza tranquila, cómo si después de tanto ida y vuelta fuera necesario parar la pelota y entretenerla en el mediocampo. Es entonces que León presenta las canciones de su última placa, El desembarco. Minutos más tarde, el Zurdo vuelve a sacar a relucir su magia cuando, a dúo con Gieco y acompañados únicamente por una guitarra, interpretan “Alrededor del fuego.” Vuelve La Catalina, vuelve Tabaré, y con todos en el escenario, el partido retoma su ritmo frenético y festivo: tacos, gambetas, caños…dos canciones de Cardozo, “El viaje” y “Niño Payaso”, hacen bailar al Luna Park, que al ratito salta de alegría con “La cultura es la sonrisa.”

Las primeras notas de armónica vuelan por el aire, seguidas por “cambiamos ojos, por cielo…”. Uno de los momentos más fuertes de la noche, sino el más, es cuando suenan las estrofas de “El ángel de la bicicleta.” La Catalina entonando el estribillo “¡bajen las armas, que aquí solo hay pibes comiendo!”, y las imágenes en las pantallas de Claudio “Pocho” Lepratti (militante social asesinado por la policía en 2001, en Rosario), nublan la vista y aceleran las pulsaciones. El público acompaña de pie y con palmas.

Y cuando parece que es el final, que ya dieron lo suyo (a esa altura ya era más que suficiente), emprenden el regreso para los bises, como sí les hubiera quedado alguna jugada preparada en el tintero. Ya en el tiempo de descuento, con el reloj que indica casi 5 horas de juego, se despachan con otras dos letras de Tabaré: “La comedia del hombre” y una excelente versión de “El tiempo me enseñó”. Antes de la despedida definitiva, suena un clásico, “De igual a igual”, para luego cerrar la noche con un último as escondido bajo la manga, un gol inesperado: “Sueño con serpientes”, de Silvio Rodríguez.

Las manos rojas de tanto aplaudir, la garganta rasposa de tanto gritar, el corazón cansado de tanto saltar: se baja el telón, el árbitro pide la pelota y marca el medio. Y las tribunas, vacías, ya empiezan a extrañar a esos 25 uruguayos y a ese santafecino qué, durante casi 5 horas, les regalaron un partido probablemente que nunca olvidarán.